7.12.09

Errante II


Santino volteó su cabeza antes de subirse al avión y distinguió por última vez la figura de sus padres y de Ariana diciéndole adiós. El viaje iba a ser largo y su pasaje de tercera clase dejaba mucho que desear. Sabía que si lo hacía era porque su sueño de ser periodista y escritor se viera concretado antes de que en el ocaso de su vida se diera cuenta que era demasiado tarde.

El vuelo, como no podía ser de otra manera, le resultó incómodo y no pudo cerrar los ojos en ningún instante. Tenía la mente fija en el lugar a donde llegaría, todavía tan incierto como el día que decidió comprar el boleto de avión. A las cinco menos diez de su reloj miró al exterior y distinguió la luz del día en lo que debía ser alguna parte de Europa, más precisamente, algún lugar de Gran Bretaña.
Alrededor de media hora después la azafata les dio la bienvenida a Londres y comenzaron a descender. Santino dio un paso en tierra firme y miró hacia el frente. La capital de Inglaterra lo estaba esperando.

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