26.5.12

EXTRAÑO A LA COLORADA : |



Loquísimo, pero la terminé queriendo.


15.5.12

Hipérbola



Te sentía acercándote de a poco. Una bandada trémula de cuervos se posaron sobre tus muslos y se aferraron a tus hombros cuando me miraste.
La calma nos abandonaba en cada nota acaecida de la noche y tus labios grises temblaron cuando tocaron los míos. Me tomaste la mano y la pared entre los dos se comenzó a derrumbar.

Mi espalda volvió a sentir el frío intenso propagarse hasta la nuca como en mis ayeres, pero no pude volver a prestarles atención.

Tus manos. No podía dejar de observar tus manos alzándose contra el muro de mi boca, contra la barrera de mis piernas, de mi pecho. Me miraste y esa vez tus besos terminaron en mi frente. En mi frente, cicatrizándose con el aire caliente y la parsimonia de la espera a cada beso y cada abrazo que caía en cuentagotas derrochándose en la noche y en la bienvenida del final. Mis ojos se cerraron a la espera del contagio de tu hechizo, del chasquido de tu lengua atrincherándose en mi boca; y la obscuridad que no me dejaba verte.

Te agradecí por lo bajo, tu dedo rozó mi palma abierta en donde fue a parar una lágrima.
Nos miramos.

- ¿Por qué llorás? - la persiana apenas encendía un atisbo de luces de ciudad por entre sus hendijas. En mi cabeza cristales rendidos y whiskys derramados aceleraban mis pulsaciones y sellaban mi boca en un trago amargo, hiel, desencanto y eso que te habías llevado de mí.

- Hay una chinche - carraspeé casi inaudible, bajo las sábanas.

- Rien à dire - suspiraste con parsimonia, te alejaste un poco de mí, más lágrimas comenzaban a brotar enardecidas y tus ojos sombríos, perdidos, el cigarrillo ausente que tus manos sostenían. El hielo y la decepción, el brandy, ojos quebrados en el piso y vos yéndote, y vos en el umbral solitario por las noches, figura deambulante de mis sueños, pasión de pasados y presentes de botella, de nada en vos y en mí. Silencios sepulcrales de mirarte y no-me-ves, de algún gesto tuyo que fue demasiado para mí y me fui.

Me fui, prendí un cigarrillo que jamás llegaría a fumar y dejé que el viento casi inexistente de una ventana que no sabe estar abierta me despabilara, que me golpeara el rostro y atravesara mi cabeza plagada de vos.

Otra vez esa sensación caliente en el hombro, en el aire tras de mí,
como en otra vida,
igual a la mía,
en otro tiempo,
en un sueño.

- Che, me voy.

Mi corazón se detenía (mi cerebro ya había renunciado a la batalla).

- Los tipos del antro son todos tan superficiales como sospeché.

Te reíste inseguro, gastado, apagado. Tal vez pensaste en rematar, pero no lo hiciste.
Te ibas otra vez, tu sombra encaminada y decidida esgrimía su último suspiro de este lado de la puerta y luego ya no más, y luego ya te habías ido y me habías dejado con otro cigarrillo consumido entre las manos y el tiempo de flores cada vez más rotas.

Mientras pacientemente veía la noche pasar, pensé:

"Una rara pareja, vos y yo".

7.5.12

Echoed words

Y se desespera por emprender el viaje. Sube, baja, busca. Sus pasos se ven silenciados cada tanto por la duda, pero luego vuelven a sonar y a dar vueltas por la casa. Usa un listón celeste en su cabello y no se molesta en voltear hacia donde estoy yo.

La observo, las tablas de su pollera ondean suavemente con el ritmo de su paso. Cada vez que la miro, veo al águila asomarse. Ella no la ve, pero está ahí.
Parece feliz, canturrea en voz baja, marca un tímido ritmo con su pie que hace estremecerse al viejo parquet y chirriar algunas aberturas. Pero no le importa, está a punto de irse y todo se ve tan bien.

Menos yo, que parezco enfermo o profundamente cansado, mucho más viejo de lo que en realidad soy. Mucho más viejo que 14, porque me estoy quedando solo.

Finalmente su figura da una vuelta grácil sobre sí misma y me observa radiante.
Intento sonreírle por detrás de mi libro, pero el recuerdo del águila batiendo las alas sobre su cabello me distrae.

- Bueno... supongo que me iré - me dice aun con su sonrisa brillante de oreja a oreja.
- Eso creo - le contesto a duras penas, estaba experimentando crecientes ganas de vomitar.
- ¿Qué es esa cara? ¡Vendré a visitarte, no te preocupes! - había empezado a dar pasitos de baile alrededor de mi sillón y me volvía loco con su perfume de flores agitando el aire.

Por supuesto que vendría a visitarme, esta era la casa de sus padres. Vendría a visitarlos a ellos. Y tal vez yo seguiría aquí.

O tal vez el águila me hubiera llamado para ese entonces.
No, eso era definitivamente un delirio. Seguí con la vista adherida a la página de mi libro y evité mirarla. Sus movimientos gráciles invadiendo la sala habían empezado a incomodarme.

- ¡Ven primo! Dame un abrazo de despedida antes que bajen papá y mamá, ¡yo no muerdo! - sus 18 años parecían haberle dado cierto coraje para tratarme como a un niño.
- No me llames "primo". Tú y yo...- no éramos exactamente primos, y eso también me molestaba. Nuestros padres eran primos y su padre había aceptado mi crianza cuando se enteró de la enfermedad del mío.
- Es verdad, cierto que no te gusta sentirte familiar mío. Supongo que primos es demasiado para tí - Roxane estaba exagerando, como siempre. Le gustaba hacer pequeños dramas acerca de ese asunto, provocar mi inexorable silencio con frases de doncella en apuros. Más bien de prima en apuros.

No le hice caso, después de casi 11 años, había aprendido a ignorar la verdad de todo este asunto. Era sólo otra tarde más en aquella casa frente al mar.

3.5.12

Eso

Es que es eso, ficción poética, prosa verborrágica atada al romanticismo como bandera del estilo decadente, del desuso de la mente en el argumento del asunto por algo más nuevo, una forma del inconsciente que te llama, que te impulsa. Un arquetipo que resurge y que nunca antes existió, las dos juntas -a la vez-. La superposición de imágenes, el onirismo, la canción lírica sonando de fondo tras las córneas y el mar, la lluvia, la imagen desenfocada. La sensación que precede, sucede y predomina ante lo fáctico, ante todo mundo material. ¿Qué es? Tal vez una impresión, nunca un texto.

Todavía


A veces estás escondida, escondida en la vigilia, todavía. Escondida para siempre en cada gesto desgastado de la espera, de los años que pasaron mientras nada acontecía, de los años que pasaron por tu espalda, por tu boca, por tu vida. De los años que te buscan, que te encuentran todavía. Que te saben desgastada, en las sombras, escondida.

No preguntes quién te llama cada día, ya no importa, vos no irías. Vos no irías a su encuentro, vos no irías, todavía.
Y todavía se te busca rebotando, rebotando en las vitrinas. Las vitrinas del ocaso de 'quién sabe', ¿volverías?.

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