25.10.14

Tough girl

I come home. On my own. Check my phone. Nothing, though act busy. Order in. Pay TV. It's agony.

Respirar es pesado, cada parpadeo anticipa una lágrima que se resiste a caer. Una sonrisa a medias, una extraña mezcla de reposada vitalidad y una muerte gris que se anuncia en cada segundo que mis ojos se pierden y ya ni la nada los atrae. Es como tener una barra de metal en el pecho, un extraño vacío en el estómago, una pesada liviandad al caminar, un titubeo lúgubre. Pero ya no importa. Me intoxica pensarme, me sofoca el mundo sobre mi piel, y ya no importa más él ni yo. Ya no.

Intento capturar mis pensamientos. Intento aferrarme a la lozanía de un descubrimiento, al brillo de una verdad. Se me escapa de entre las puntas de los dedos el recuerdo del tiempo ya perdido, de aquella nueva y ahora vieja felicidad.
'Por favor, dejame al menos llorar, dejame vencerme, dejame caer'. Lágrimas tibias, córneas ardiendo, otra pequeña sonrisa. Al fin.

Ayer.

Ayer era nueva. Hoy los meses pasados cayeron sobre mí, recordándome de quién no podré escapar.
Y no puedo.

No estoy buscando llenar este vacío en manos sin alma, en abrazos que no me tocan, en besos tristes de fingida pasión. No estoy intentando saborear la melancolía, como tan bien supe hacer hace años. No tengo ganas de fingir valentía y sonreír entre la gente, ni siquiera quiero buscarte para intentar retrasar esta muerte, para que mi corazón diga algo, se precipite en latidos desenfrenados y la sangre me haga sentir viva.

Nada, vos.

Nada en mí busca, no, nada es deseante, sólo quiero salir. Sólo quiero volver a ayer, a la risa, a la mirada en el horizonte, a ser nada más que mía.
No me tortures,
no me tortures por favor.

I may cry ruining my make up, wash away all the things you've taken. And I don't care if I don't look pretty: big girls cry when their hearts are breaking.

16.10.14

Ella, una, todas


Tengo miedo que ella te atrape de una vez. Que el momento que preveo y temo desde siempre llegue y por vez definitiva me enfrente yo ante la consecuencia cruel de tener que soportar el mal de ser quién soy, y fundamentalmente, de no ser quien no soy.

Tengo miedo que mires a los ojos a esa chica que sepa acomodarse el pelo al hablar, y entiendas que con esos ojos dice cosas que te seducen mucho más que mis palabras o mis aburridos paseos mentales. Que la mires y no entiendas cómo ni porqué pero te enciendas cuando te toque el hombro,  te dé un pequeño golpecito en la espalda, o que llame tu nombre con esa voz especial que sentís que te dedica solo a vos.
Tengo miedo que te cautive su esencia de mujer incomprensible, tan alejada del mundo de razones de los hombres, tan única como todas en su aura femenina, en su mundo etéreo de caídas de párpados y perfume en el cuello.

Tengo miedo que te des cuenta que no sé ser mujer, que no entiendo que te trajo hacia mí y aún espero que todo esto sea producto de un sueño, un mal sueño.

14.10.14

History repeats itself, it fails to die

Día 27


Otra vez el inexplicable dolor de cabeza, y cansancio después de casi ocho normales horas de sueño. Dormir es siempre uno de mis problemas.

El desorden me angustia, fantaseo con la idea de llevar una vida representativa a la secretaria bonita que se supone que soy. Pero no soy una secretaria bonita.

Ayer la vida de estos tipos que no existen me obligó a mantenerme despierta en el viaje de vuelta e imaginarlos en toda su profundidad y banalidad, tomar el bloc de notas (del que algunas noches soy esclava) e intentar llenar de palabras las imágenes que se agolpan en la parte interna de mis ojos. Son tan perfectos que me apena que la realidad no empañe la imagen tan omnisciente que tengo de ellos. 'Si los conociera, probablemente, ya me habría enamorado de los cuatro y no podría distinguir al mujeriego del depresivo, ni al ególatra del cobarde'

'Hoy voy a verte', es un pensamiento que me cruza la cabeza y que me hace salir de una vez por todas de la cama. Pero no vuelvo a eso mientras desayuno apurada, ni mientras leo en el subte, ni mientras espero que alguien haga sonar los teléfonos de la oficina. Me siento desarmada otra vez, algo enclenque y definitivamente mal vestida, 'qué ganas de ordenar la ropa', es mi pensamiento recurrente. Razono que es una actividad a la que me gustaría dedicarle jornadas enteras (y que probablemente tendría que aprovechar cada segundo).

Vuelvo al subte con la cabeza perdida, saco de la cartera a mi nuevo Murakami, veo a un grupo de adolescentes vestidos con uniformes de secundaria.

Miro a un grupo de adolescentes vestidos con uniformes de secundaria.

Miro a un adolescente en particular, el más alto de todos, de cabeza redonda y una proporción en su perfil idéntica a la del M. alemán. De hecho, parpadeo, su piel blanca, parpadeo, sus pecas, vuelvo a mirar... Por Dios, su sonrisa... Es igual al M. alemán.
Intento retomar la lectura, Haida, Tsukuru y las voces de estos adolescentes, animados y burlones que no dejan de llevarme a la secundaria. De repente me siento desvalida, como si los pequeños egos inflados de los individuos de ese grupo me subyugaran frente a su poder. Tal como cuando yo era una de ellos.
Se ríen, hablan fuerte, me mencionan. ¿Me... mencionan? Bueno, no a mí, pero no puedo evitar lanzarle una mirada penetrante a la chica que no deja de pronunciar mi nombre. 'Eugenia, Eugenia, Eugenia... Era obvio que te gustaba Eugenia'. Le dice al petit M. alemán.
Mi corazón se detiene. Lo veo en él. Serían idénticos si este chico no tuviese ojos aún más bellos, de un gris traslúcido, y una voz más imponente, como de alguien mayor. Pienso que de todos modos, yo al M. alemán siempre lo vi así, como envuelto de un halo que exageraba su propia belleza.

Se baja en Scalabrini Ortiz, pero mi mente está perturbada. Inconscientemente espero que esa Eugenia cumpla con mis expectativas, con mis expectativas sobre ese fantasma tan parecido a él.
Pero casa es un desastre y me olvido pronto de todos mis pensamientos.

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Estoy llegando tarde y es recién en la puerta cuando pienso en vos, que también te gusta llegar tarde (sé que sos un 'vos' y no un 'él' desde la primera vez que te vi, no doubt about it).

Stop. ¿Cuándo fue eso? En la primer clase de guión. Tus ojos eran enormes, tu nariz ridículamente respingada, y tu sonrisa acusaba más años que el resto de tus facciones, lo cual configuraba un cuadro de infantil amargura, de encanto lacónico. Eras el único que no parecía tener nada que ver con el resto. Mientras todo aquel grupo de gente joven se podían resumir en una masa de snobs y wannabies de la bohème, vos parecías más bien un estudiante de ingeniería puesto en el lugar y momento incorrectos. No parecías tener ni pretender estilo, elegancia o profundidad artística, pero escuchabas las palabras del profesor con una devoción sólo comparable con la mía. Estabas enfrente y fuiste al único que vi.

Claro que eso fue un miércoles, y hoy es martes. Los martes voy a un curso de Historia del Arte moderno y contemporáneo. Un buen lugar para gente mayor que se regodea en mencionar figuras de la talla de Gaugin, Klimt y Matisse (al igual que yo, que la cada-vez-menos snob, yo).

Era la cuarta clase, estábamos hablando de fauves y te vi llegar y sentarte atrás mío. Me sentí levemente confundida. Si no combinabas con el entorno de una clase de Guión de Cine, menos hubiera esperado verte en una clase de Historia del Arte. Menos, de hecho, porque debido al lugar en donde cada una de las cosas sucede, el modo en que suceden y la gente que las frecuenta... casi no hay intersección. Excepto yo, (y vos), por supuesto.
Te miré largamente y no elegí disimularlo. Me respondiste la mirada abriendo mucho los ojos y diciendo confundido un '...¿hola?', que me obligó a aclararte quien era. Pareciste relajado cuando me reconociste, pero yo no pude evitar ver que venías acompañado.

Eso sí... si encontrar a la única persona que veo los miércoles en mi aula de los martes ya significaba algo, verte acompañado, significaba bien otra cosa que anulaba y reafirmaba lo anterior. Ese día el camino al subte fue acompañado por una cadena de suspiros resignados.

Volver a verte a partir de ahí fue interesante cada vez. Especialmente cuando ella te inquirió con la mirada quién era esa chica a la que saludabas y tuviste que aclarar en voz alta, 'una compañera de Guión'. Ah, soy mujer, y en los ojos de esa chica pude leer el peligro y el miedo y tuve que bajar la cabeza en señal de comprensión. Y también, bueno, el día que escuché por primera vez tu nombre, L. Me reí por dentro... Otro L., otro más, era obvio.

Pero hoy, cuando llegás, estás solo. Estás solo. Te llamo para que te sientes al lado mío, hablamos un poco, porque la clase ya empezó. Me correspondés tanto las miradas, con tanta intensidad, que empiezo a sentirme nerviosa y con ganas de evadirme,
pero a la vez, respetás tanto mis largos silencios, que desear y rechazar las palabras sueltas y las miradas seguidas de sonrisas cómplices y a la vez incómodas, se vuelve un juego de dos horas. Sé que vamos a hablar como viejos conocidos una vez que termine la clase, que te voy a poder preguntar cómo hacés para aparecer así en mi mundo de los martes y los miércoles. Y la respuesta no me la imagino, pero va a ser genial.

Entonces la clase termina, levantás las cejas (tus ojos son enormes) y me preguntás si había algo de tarea para mañana. Salimos juntos, me decís que primero pasás por el baño, te digo que te espero, me agradecés cuando salís, te digo que tardaste mucho, te reís. Y entonces te pregunto. Y la respuesta no me la imaginaba, pero es genial.
Dejaste tu carrera, tu aburrida carrera, para dedicarte al Arte. Trabajás en lo mismo que yo, deseás para vos lo mismo que yo. Elegiste venirte a Buenos Aires (porque tampoco sos de acá), por las mismas acertadas y desacertadas causas. Viviste en una residencia, como yo, pero ahora estás en un departamento, como yo. Y me entero todo esto mientras te desviás de tu camino y me acompañás a la puerta del subte, mientras caminando me tocás cariñosamente la espalda varias veces y yo te maldigo en silencio, mientras te sorprendés vos también de la cantidad de puntos en común que tenemos vos y yo.

Así que nos vemos mañana, me decís, y sonreís, y me obligás a que me ponga nerviosa una última vez antes de adentrarme en el subte. 'It's bricked up in my head, it's soved under my bed, and I question myself again: what is it about men?'


3.10.14

La cuarta alternativa

Para las primeras tres opciones no se necesita reconocer una sustancia particular en el sujeto. Para la última, es lo único que se puede conocer.
El modelo no está claro ni armado y los principios en los que se sustenta la búsqueda no apoyan de ninguna manera, pero tampoco niegan, la posibilidad de ocurrencia o encuentro con los elementos de los otros tres.

Yo los llamo:
El modelo tradicional: aferrarse a los usos y costumbres y a los ideales de felicidad de la comunidad más cercana, y de la familia en particular.
El sueño americano: una vez habiendo establecido las repeticiones y las oposiciones al ámbito tradicional, la "felicidad" se busca en una nueva unidad social, donde la función de los elementos que la componen priman sobre los elementos en sí. Es el caso de la búsqueda de "estabilidad emocional" en el rol de una pareja, junto con la "estabilidad económica" en un trabajo aceptable y "suficientemente" remunerado y la "estabilidad social" generada por la presencia de autos, hijos, mascotas y una vida social 'correcta'.
El modelo Wall Street, en donde la clave de la felicidad se confunde con la noción social más dura de éxito. Es donde el sujeto analiza su valor de acuerdo a la retribución social a su labor, en forma de dinero, prestigio u otras formas de poder.

El cuarto camino comienza en la negación de la premisa que articula la felicidad con metas socialmente predefinidas e imposiblemente preexperimentadas por el sujeto (que, sin embargo, muchas veces está tan ebrio de los encantos de la idea en sí, que desea rápidamente hallar los elementos que le otorguen la realización efectiva de su ideal, confiando en el poder de elementos externos a sí mismo para otorgarle un sentido vital y una solución permanente a su insatisfacción).
Este cuarto camino es, por lo tanto, un camino escéptico y sensible, introspectivo y artístico a la vez que conlleva cierta elaboración intelectual de temáticas existenciales. Un camino del individuo, de su descubrimiento en cuerpo y espíritu, en substancia simbólica consciente y no.
A los ojos de la sociedad este camino no "llega" a ningún lado, lo cual es cierto y conforma la premisa principal que sustenta su existencia. Por otro lado, todo sujeto está parcialmente enajenado, y es la disrupción entre su substancia y su construcción consciente como sujeto (construcción social y premeditada) lo que lo salva de una alienación total.
Además, el hombre puede desprenderse de prejuicios y cargas sociales hasta el límite articulado por su propio lenguaje, entramado simbólico que lo confina en parte a hablar a través de su cultura, y el límite establecido por su red social y su necesidad de valerse de ella y de los intercambios al menos, mínimos que se realizan entre sus miembros para subsistir.

A este punto, la pregunta es: ¿puede este camino no ser más que una negativa errática a los estereotipos, a una necesidad casi snob de establecer una diferencia frente al autómata, o es, por el contrario, una búsqueda exclusiva de la sublimidad, del placer hedonista conviviendo a su vez con la revelación trascendental de un alma, de la intensidad pasional y a la vez etérea de los más puro de la experiencia humana?
Probablemente la respuesta fluctuará entre una y otra alternativa, dependiendo del punto de vista de cada observador en diferentes momentos y estados de ánimo.
Cabe preguntarse, sin embargo, cuales estructuras el sujeto no consideraría legítimo deconstruir, y si una supuesta deconstrucción completa de los mundos felices occidentales y conocidos, no supondría tal vez, un acercamiento con el nihilismo, y con ello a una incapacidad de hallar goce en los eventos planeados o fortuitos, que en todos los casos son disfrutados meramente en la idea que se tiene sobre ellos y por por lo tanto crea un objeto previo de deseo, que se ve consumado en la creación de un símbolo donde el significado es de índole trascendental o reveladora y el significante es el ideal concreto construido a partir de los hechos que definen al real a vivenciar.
Acá la cuestión reside en la construcción simbólica y "arbitraria" (aunque pueda tener causas subconscientes en el individuo) de valor y de un para qué, para los cuáles sólo se cuenta con elementos de la sociedad en relación al individuo y su visión y sensaciones personales sobre ellos.

Sin lugar a dudas, una búsqueda no automática de la experiencia humana plena, supone una serie de cuestionamientos para quien se atreva a hacerles frente, a plena consciencia de hallar en ellos más de un momento de melancolía y absurdo. Sin embargo, hay en esa lucha una percepción de "verdad" vivenciada, ya sea de manera mística o artística que vuelve a la cuarta alternativa un camino irremediablemente atrayente e imposible de abandonar.

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