Remembering ,,

V

Había sido demasiado para mí por esa noche.
No existía nada que borrara los recuerdos o el dolor, ni siquiera su presencia o sus palabras. Ya todo había sido hecho a su tiempo y de nosotros sólo debía de quedar el cálido susurro primaveral de aquellos años. Nada más podía suceder, el futuro no me prometía su presencia y ya no quería seguir viviendo en la incertidumbre del que espera.

No me atreví a decir nada más y dejé la copa sobre la mesa del café mientras lentamente me dirigía hacia la puerta delantera. Había supuesto que él habría de advertir mi movimiento y me detendría, pero no sucedió. Siguió absorto mis pasos con la mirada, sonrió a la vez que yo abría la puerta sin decir adiós.

Me sentí culpable de haberlo dejado sin más, de haber podido cruzar la puerta del pasado sin inclinarle la cabeza y de estar ahora ahí afuera, rodeada por la nada, con la playa de mi fiesta lejana, casi imperceptible, y con una gran arboleda a mis espaldas, al costado del camino.
Comencé inconcientemente, a caminar por el borde del camino en dirección a la playa que creía que habíamos abandonado, mi cabeza daba vueltas pero no pensaba, no lo sentía, no lo respiraba, no recordaba nada de todo lo que había sucedido esa noche, sólo se aturdía con una especie de ruido interno, ruido que al fin y al cabo, no me molestaba mientras me mantuviera alejada de todo. Pero conforme iba pasando el tiempo y mi cuerpo comenzaba a enfriarse por la brisa nocturna percibí que no estaba yendo a ningún lado y que estaba literalmente, en el medio de la nada. Tardé unos segundos en reaccionar sobre lo que esto significaba y no pude vencer un inmenso llanto de desesperación.
Contenida por miles de árboles linderos a esa ruta, mi cuerpo sentía el escalofrío del miedo a la oscuridad como de niña y mi nuca se helaba al escuchar los débiles ruidos animales de roces y saltos en el corazón de ese inmenso y desolado sitio.
Y ahora lloraba por él, porque me desesperaba aún más que la soledad de esa noche, porque su cara se ubicaba entre mis ojos y no me dejaba cerrarlos para no ver la noche sola. Lloraba porque él me había mirado, y porque sus manos buscaron a tientas en la oscuridad mi cuerpo, mi cara. Lloraba porque de todos modos seguía sola en el medio de la nada.

Todo aquello había sido tormentoso, terrible y mágico, la noche había comenzado tarde en una fiesta que ya no podía recordar, de la que había decidido escapar y luego había aparecido él, no sabía de dónde y todo había terminado así.
¿Qué hora sería?
Supuse que debía estar por amanecer, pero no pude ver ningún indicio de que fuera a aparecer el sol. ¿Por qué? El miedo me volvió a acosar y no pude evitar romper en un llanto desesperado otra vez. Sola y perdida necesitaba algo que me salvara.

Me adentré sin pensarlo un poco más en ese bosque y no dudé en sentarme entre las ramas de un árbol bajo a esperar. ¿Esperar qué?

Y sin embargo, luego de un momento que pareció interminable, apareció allí otra vez. Creí haber sabido desde siempre que eso sucedería, no me extrañaba, porque, de hecho, esa noche nada más podía extrañarme.
En ese momento descubrí que había perdido el habla y que me costaría muchísimo emitir sonido alguno. Vi su figura etérea avanzar una vez más hacia mí y no pude entender porque no le dije nada. Sólo me limité a mirarlo acercarse y decir:
- Me preocupaba que te hubieras encontrado con el límite
- Mmm – quise preguntar a qué límite se refería pero no podía hablar, el bosque y el miedo se había tragado la valentía que creía haber ganado al cruzar aquella puerta de vidrio.
- No importa, ya vas a entender, no estés asustada – me tendió la mano pero no esperó recibir la mía para levantarme, simplemente sujetó mis brazos y me llevó en andas hacia la parte trasera de su auto. Mi apariencia debía aparentar enfermedad.

Y de hecho, nada nuevo sucedería. Me quedaría allí, en la casa de mis pesadillas una vez más, me expondría a su mirada y tal vez a alguna pregunta y no podría volver a casa. Ya estaba perdiendo toda esperanza de aquello. Nada volvería a ser como antes.