Remembering .,

VII

- Quiero que estés bien – dijo en un susurro mientras me acariciaba la palma de la mano.

- Voy a estarlo – intenté sonreír, pero no pude, me limité a observarlo detenidamente y responder a sus caricias de vez en cuando. No sabía porqué estaba diciendo eso, pero supuse que era lo que esperaba de mí.

- Sí…

Su voz se apagó por completo y en un ademán brusco se levantó de la cama y salió del cuarto.

Finalmente sola y a pesar de él, ya me sentía mucho mejor, los nervios provocados por su reacción inesperada me habían despabilado completamente y, contrariamente a lo que hubiera pensado, me dejaba más tranquila, más lúcida. Sobre el borde de esa cama, y ocasionalmente viendo hacia la gigantesca ventana que estaba a mi costado me permití pensar una vez más. Apacible y mansamente me libré a una reflexión, que esperaba llegara a algo.

¿Qué me angustiaba? Me sentía atrapada, desmotivada a seguir allí con él que no me ofrecía ningún consuelo ni ninguna respuesta, la tormenta había vuelto a desatarse y no sabía donde estaba ni como llegar a casa… si es que podía. Y para colmo, en contra de mis cálculos, seguía siendo de noche, pero sin embargo, no podía confirmar qué hora era… ¿Por qué en esa casa no había relojes?

¿Qué sabía? ¿Qué de todo aquello tan gris y tan nublado era seguro?
En ese momento sentí dentro de mí una sensación creciente de ofuscación, de inseguridad, de regresos momentáneos del pánico. ¿Había algo seguro? ¿Dónde estaba? ¿Con quién? ¿Por qué?
Con él, porque yo lo había llamado.
Eso sonaba ridículo, aún sabiendo que era verdad.
Aún sabiendo que todas las noches lo había invocado con mis pensamientos, en mis sueños y en palabras, aún segura de que su presencia era lo que más había deseado de vuelta… no podía ser.
Después de un año de tormento él había aparecido para limpiar sus culpas, para decir que se había ido sin más explicaciones, se había fugado de mi vida porque… ¿Por qué…? Me costó unos segundos recordar que me había mencionado, con su cabeza mirando al techo y los ojos en blanco, que había estado enfermo.
Enfermo… me había olvidado de preguntarle acerca de eso y no sabía nada… ¿Qué tenía? ¿Cómo se había curado? ¿Por qué no había vuelto inmediatamente después?

Paso a paso y mientras mis pensamientos vagaban ociosos entre pregunta y pregunta lo busqué por los rincones de aquella casa de playa, oscura y plagada de ventanales. Lo encontré sentado en el piano, con las piernas arriba de la banqueta y los brazos rodeándolas. Intentando que mis pasos no resonaran en el suelo de madera me acerqué con sutileza a su coronilla y silenciosamente me senté a su lado.
Mientras él levantaba la cabeza con desconfianza, y yo descubría sus ojos rojos y llenos de vergüenza, comencé a tocar para él una de las tantas canciones que me habían rescatado del llanto, en épocas en las que mi casa se inundaba de mis lágrimas cada día.

- Este tema resultó ser mágico cuando te fuiste.
- Desde que me fui me dediqué a tocarlo todos los días – acotó mientras lo reconocía y sonreía a la vez, su cuerpo se había colocado junto al mío en posición pianística, con las yemas apoyadas levemente sobre las teclas, y parecía haber perdido el bochorno, sin embargo su voz seguía estando tomada y sus ojos tan hinchados como antes.
- Entonces me podés acompañar - sonreí mientras subía mis manos una escala y lo dejaba ejecutar en los tonos graves, acompañando mi melodía con suma habilidad.
- Gracias
- ¿Cuándo aprendiste a tocar el piano así?
- Era lo único que se me había ocurrido hacer en un principio
- ¿Cuándo estabas enfermo?
- No…

Bruscamente se detuvo y me miró detenidamente, parecía indignado, de alguna manera, enojado o fuertemente herido. Lentamente pude dilucidar que se estaba esforzando para no volver a llorar. Tuve miedo y derramé, sin darme cuenta, un par de lágrimas.