4.11.09

Remembering


IV

Sólo un momento de distracción había bastado para que él volviera a cercarme lentamente y yo volviera a estar en sus manos. Lo supe cuando vi su rostro, tan cercano a mí, otra vez, con ese extraño brillo de ansias en su mirada. Estábamos en el sofá.

Con la punta de su nariz tocó la mía y sonrió, su infinita fila de dientes parejos relucía en la sombra y reflejaba tranquilidad combinada con ese fatal deseo de apropiarse de cada parte de mí poco a poco, deshacerse en mí y volver a hacerse, de culminar de una vez aquello que esta noche había comenzado. Él sabía que yo accedería, como una tonta, una y mil veces más a su hechizo. Con una mano lentamente describió en el aire la forma de mi cintura y poco a poco llegó a mis labios, los que rozó con dulzura y de a poco, acercándose cada vez más, me besó por segunda vez en esa noche tan extraña.
Mientras su mano izquierda alejaba el pelo de mi cara y lo peinaba, su mano derecha intentaba recostarme sobre el sofá y lentamente fui cediendo, paulatina y desconfiadamente, hasta no aguantar más, hasta tomarle el pelo y acariciárselo suavemente y morir en sus brazos, hasta besarlo con pasión dejando todo mi aliento, hasta permitir que todos nos sucediera allí, en esa casa y en ese sofá tan visitados en mis ensueños. Allí, donde el piano empezó a tocar para nosotros.

Un escalofrío recorrió mi espalda al reconocer aquella melodía que había sonado en nuestra graduación tocada por ese fantasmal piano que se ejecutaba solo. Él también pareció acordarse porque sonrió ampliamente durante un fugaz instante en que el instrumento interpretó un pasaje apasionado. En ese momento de fragor, no pude pensar en el miedo que debería darme que mi sueño empezara a cumplirse.
Pero si así sucedía ¿Terminaría yo ensangrentada tras la gran puerta del fondo?

La música nos fue apremiando a dejar la vida en el sillón. En cada arpegio nuestros cuerpos resonaron exaltados y rítmicamente se aplacaron una y otra vez hasta que terminamos, exhaustos y felices. Jamás me había sentido tan viva hasta ese día después de mi gran letargo. Sentí que cada fibra de mi cuerpo lo deseaba, lo quería, lo amaba.
Era una quimera. Producto de la nostalgia de viejas épocas, producto del dolor. Yo amaba al otro, al que también supo amarme, no a ése que me estaba recorriendo con la mirada poco a poco y estaba levantándose para ir a buscar algo para que tomáramos.

- ¿Quién sos? – no pude evitar increparle desde el sillón
- Lo sabés perfectamente – al escuchar mi pregunta había abandonado su tarea de revisar viejas botellas y se había colocado a mi lado.
- No… yo te conocía. Antes. Ahora debiste haber pasado muchas cosas en tu vida.
- Nunca voy a dejar de ser yo mismo. También debiste haber pasado por mucha felicidad y mucho dolor después de mí. No dudo que tuviste tus logros, tus infortunios, tus amores de verano, tus pasiones… y sin embargo hoy tus besos me supieron como la última vez.

Me callé de repente y lamenté mi pregunta tan abierta, filosófica y tonta… me había descubierto en donde más me dolía… si mis besos le habían sabido igual que la última vez, era sólo porque no había habido nada en el medio más que un profundo hueco, abismo donde fueron a parar todos mis recuerdos y mis alegrías. Allí donde él había vivido el último año.

- Si hoy estamos juntos es porque así lo quisiste – me susurró al oído y colocó una fina copa frente a mí, sobre la mesa. Tomó la suya y con un gesto cínico, poco característico de él, la bebió hasta el final y se sentó para volver a servirse.

Estaba muda.
Bebí poco a poco sin identificar que era y sin que me importase y prolongué ese estado tenso. Miles de preguntas pasaban fugaces por mi cabeza y ninguna se detenía a ser respondida. Nosotros fundidos en el sofá, la brisa de verano, un piano fantasmal, un piano fantasmal, un piano… Solo el aire y el reflejo de luna que entraban por la gran ventana rectangular de la sala de estar me suponían una certeza allí. Nada más parecía real. Debía estar soñando. Otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares