25.2.10

Coleccionista de miradas

Una mirada, la misma palabra dicha al unísono, casi susurrada, la infaltable risa que seguía a cada comentario disparatado que hacíamos. Éramos complices en un secreto de Estado, de nuestro Estado de lápices y migas de galletas, éramos confidentes en nuestra isla desierta. Mi sonrisa se ensanchaba y el brillo de nuestros ojos, ése no poder evitar mirarnos y volver a reirnos, a doblarnos sobre el pupitre y contener una carcajada. Y mientras nos incorporábamos por enésima vez, seguros de estar repuestos de nuestra incontenible hilaridad, volver a mirarnos y relajar el rostro. Relajar el gesto, relajar la risa, mirarnos y no reír. Mirarnos y sonreír. Sonreírnos. Gracias.

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