Especialmente porque a pesar del recuerdo y las palabras que van y vienen, sigo sin ser la elegida de nadie. Especialmente porque aunque ese abrazo valga más que mil palabras, en algún momento llegan. Y una de ellas es capaz de matar a mil abrazos.
Y fundamentalmente porque yo quiero otro abrazo, el que me calme definitivamente, el que no me haga necesitar más que uno. Uno, ése. Yo estoy esperando todavía, aunque ya sin esperanzas, ése abrazo que nunca va a volver.
Ya dije que las metáforas son peligrosas. El amor empieza por una metáfora. Dicho de otro modo: el amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética. Milán Kundera
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