26.11.14

Un cuadrado oxidado con esquinas puntiagudas

Dicen que necesitamos una cuota de adrenalina para sentirnos felices, que las pequeñas victorias lucen como grandes batallas ganadas cuando involucran una cuota de emoción, que la paz es una caída en la inmovilidad constante.

Es imposible sentirse enamorado sin un poco de incertidumbre, sin anhelos breves a los inesperado, a lo que seguramente sucederá sólo por ser de las opciones, la más improbable. Es imposible sentirse enamorado sin la completa certeza de que las casualidades, como un anticipo del destino y no otra cosa, tejen los encuentros y alimentan el deseo de dos personas por hacer realidad sus vastas imaginaciones, por sentir aunque sea un segundo que la fuente de todas ellas los excede, está por fuera y los ata, los une y entrelaza como cordones de zapatos. Sin eso, sin los piolines del titiritero, sin la sonrisa lacónica y sin la ventana por la que se mira en los días grises, no hay amor posible.
Sólo cuerpos tangibles que entran enteros en la memoria, sin que latidos del corazón dificulten la concentración y engañen a los sentidos. Esquemas, horarios y dos personas que se miran y ya no buscan que decirse de 9 a 12.

Es por eso que no te amaba (y la vigilia nos ganó cuando intentamos dormirnos).

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