15.12.12

Dejame perderme en el recuerdo, no sé otra cosa


Intento reconstruirlo en mi memoria una vez más, y tal vez a lo que soy hoy, no es tanto. Steven Tyler y su canción hasta se ven grotescas, y nosotros éramos sólo dos niños besándose en una silla. Dos niños escuchando una canción y sonriéndose de a intervalos, acariciándose el pelo. Caras rellenas, yo siempre un poco gordita, él siempre algo pecoso. Seguramente nos besábamos de manera torpe, pero no sé si ahora podría recordar exactamente cómo era. Era el primer contacto de una mano con mi espalda, la primer punta de nariz contra la punta de mi nariz. Los primeros labios que me buscaban. La primer canción que sonaba de fondo como en las películas.

(¡Y la comunicación gestual siempre tan torpe! ¡Las caricias siempre tan verdaderas, el amor pareciéndose escribir entre una y otra, cada vez, en la memoria de una mujer! Debería existir la caricia sin amor previa a cada beso que no sea verdadero, y así yo hoy no estaría pensando en vos).

O quizá lo que siempre me gustó fue ese beso torpe, adolescente. Que me agarres de la mano, entrelazándome los dedos, atándome a vos, negándome que vas a ser un recuerdo inmediatamente mañana. Que me tomes de la espalda, con otra mano que bajó desde mi cuello. Que no te pierdas en besos largos y complejos sino que tengas la simpleza y la sabiduría de besarme de a poquito muchas veces y mirarme siempre en esos intervalos de sonrisas y caricias en el pelo. Tal vez, no nos dejamos de besar nunca como dos niños en una silla escuchando Aerosmith.

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