- No distingo orden, no sé qué pensar. No me queda claro si esto fue bueno, fue malo, o era lo primero hasta que lo arruiné.
- Me quedan muchas cosas por aprender, sobre vos y sobre mí.
- Todavía no sé si mis sentimientos cambiaron, pero algo me dice que sí.
- Tengo imágenes muy claras y algunas sensaciones descompaginadas que aún buscan la sonrisa exacta a la que precedieron.
- Sé de las palabras que usamos y del aroma del negro impoluto que nos bañó cerca del final.
- También me acuerdo de aquellos momentos en que mi corazón comenzó a latir desenfrenado y recuerdo la distribución exacta de las pecas bañándote la piel, lo estrecho de tus caderas.
- Siento un escozor frío cuando revivo ese beso a oscuras, totalmente inesperado y que tristemente daba por perdido.
- Aún más paralizada me siento cuando le agrego el roce de mi mano con la tuya, aferradas por el cariño instantáneo que nos produjo el miedo a ser descubiertos juntos, con nuestras caras tan cerca, escondidos, en el medio de la noche.
Tal vez habría sido la historia de una noche que me impregnó de su ilusión en un principio, pero poco a poco mi realidad fue avasallando. Y sin embargo... miranos a los dos, desafiando como siempre a la lógica, y fijate como la fantasía es invencible. Fijate, sí, que con aquél pálido beso de despedida y esa promesa fugaz revestida de una ternura renovada, estableciste el renacer de una historia que jamás parece acercarse del todo al fin.
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