Le había dicho a Molly que hablaran, que aclararan las cosas;
pero ella, tan resuelta y punzante como siempre había sentenciado que ya no
había nada más que hablar.
"No entiendo" se repetía una y otra vez Ksawery, "nos amábamos".
"No entiendo" se repetía una y otra vez Ksawery, "nos amábamos".
Miró por última vez esa fotografía en blanco y negro del
último beso y se dispuso a salir por la puerta tras un largo suspiro.
Ya en la calle, blanca y resplandeciente, vio transitar
caras desconocidas de ciudadanos dublineses, una radiografía en rojo y negro
del huracán dentro de él.
"Voy a tomar algo", resolvió al tiempo que se
acercaba a un Pub. Hacía tiempo que no disfrutaba de la ciudad solo.
El interior, negro y verde proyectaba su estado interior y
luego de sentarse alejado en la barra se dispuso a tomar un trago sin tener que
rendirle cuentas a nadie.
"Pts... pts"
¿Qué? Se escuchaba una voz suave llamándolo por detrás.
Ksawery no sabía si darse vuelta o dejarse simplemente fluir, continuar pegado
a esa barra del bar sin que nada lo distrajese del fondo del vaso. Ella, la
tormenta que empezaba a desarrollarse o el chistido de fondo.
"¡Ey!"
Sin poder evitarlo Ksawery se volteó.
Allí estaba, la última persona que pensaba encontrarse allí,
tan angelical como siempre, su guardiana.
"¿Por qué no volteabas?" le sonrió hacia un
costado sin mostrar los dientes. Su imagen destellaba una extraña aura de paz.
A él le dio vergüenza contestar y se limitó a hacerle
espacio en su rincón tras la barra.
"Me imaginé que ibas a venir aquí" comenzó ella
sin darle más rodeos al asunto "es donde venías antes de
conocerla..." su mirada se hallaba perdida en el fondo de la copa que
parecía atraerla a sobremanera.
Él ya casi no podía acordarse de esa época, había sido tanto
tiempo atrás que no se reconocería a sí mismo si se viera. Molly lo había
transformado, le había abierto un mundo de nuevas posibilidades, de nuevos
caminos, de nuevas historias. A él, hombre obcecado y de pocas palabras, había
logrado llevarlo a un mundo de pasiones, de incertezas, de instintos que jamás
pensó que había tenido.
"Hacía mucho que no te veía" repuso Ksawery
mientras intentaba mirarla a los ojos. Casi tanto tiempo como el que había
estado con Molly, pensó, pero no dijo nada.
"Casi tanto como el que has estado con ella" Uxia
no parecía tener problemas en decodificar sus pensamientos y traducirlos en
palabras exactas y demoledoras. Nunca lo había tenido. A veces eso significaba
una gran ayuda, cuando las verdades son demasiado y abruman y es mejor
que empiecen estado en boca de otro. Otras tantas se sintió
amenazado, tal vez por el peso que cargan ciertas afirmaciones.
Uxia era muy joven. Casi diez años más joven que él, pero
aún parecía más. Él nunca había tenido aspecto juvenil, pero últimamente podía
vérsele más demacrado. En cambio ella... ella proyectaba un aura de inocencia.
Una inocencia triste, taciturna. Una juventud cargada de
pequeños momentos contra el viento, con el vestido al aire y un ramo de flores
blanco, pensando en el amor que la había dejado en el altar. Una juventud
eterna, pegada a esa imagen y a ese adiós silencioso.
Y sin embargo siempre estaba para salvarlo. Estuvo la
primera vez, cuando Molly decidió realizar un largo viaje de retiro espiritual
para aclarar su mente y tal vez volver.
Él, aunque desesperado, había sabido esperarla acumulando
charlas con su fiel protectora mientras Molly decidía el destino de los dos.
Ella había vuelto, y tal vez pareció que se quedaría para
siempre. O eso pensó él.
Y sin embargo, habían pasado años, pero ella ya no guardaba
el "para siempre". Una valija simbólica en la sala de estar con un
pequeño papel rasgado que decía "adiós" y un beso de despedida la
noche anterior era todo lo que él conservaba de ella.
No sabía adónde había ido ni porqué lo había hecho y sólo
podía pensar si es que había dejado de amarlo.
"No creo"
"¿Qué?" La voz de Uxia lo despabiló de sus
pensamientos y lo hizo preguntarse si tal vez había estado hablando en voz
alta.
"No creo que no te ame"
"Ah... perdón, ¿qué me escuchaste decir?"
"Nada, simplemente balbuceaste Molly unas dos o tres
veces"
"¿Y por qué piensas que podría todavía amarme?"
"Los sentimientos son extraños, complejos. Ella atesora
pequeñas frustraciones del corazón con entera y completa dedicación, y a veces
pasa que cuando todo marcha bien, no queda más salida que fugarse con otra
pequeña frustración. Crear el error, inventar la falla y... escapar"
"¿Escapar de mí?"
"Escapar de la felicidad. Escapar de toda idea de que
la felicidad es posible. Borrar total y completamente la cura y contentarse con
la enfermedad. Después de todo, no es más que decidir no renunciar a la
esencia"
Ksawery miró a Uxia, sus ojos negros, su piel aceitunada, su
rostro turbado que aún así lograba reflejar comodidad, sus diez años menos. Y
con eso no pudo evitar ver a Molly.
Debían tener casi la misma edad, pero no se parecían en
nada. Uxia no tenía la euforia, la risa constante, la mirada profunda y tenaz.
Molly era perfecta, y eso era algo que Uxia jamás llegaría a
entender. Su calma, su capacidad de llegar a regiones insondables de la mente
(propia y ajena), de mirar más allá y ver, tal vez jamás llegaría a captar el
brillo de Molly, su grandioso ser, su atractivo, su belleza más allá de todo. Uxia
sólo veía dolor, problemas y vidrios empañados donde Ksawery podía ver ese
bello amanecer. No creía realmente que el amor de su vida estuviera eligiendo
el dolor y la enfermedad a una vida entera con él.
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