Hay algo en mí que no encuentra espacio entre mis expresiones. Una forma nueva que se anuncia pero que permanece oculta, irreal, imposible de ser materializada. Es como si mis propias formas se hubieran fijado en un molde pequeño y conocido y ya no contaran con la imaginación ni la valentía suficiente para romperlos.
Intento convencerme que sólo es cuestión de tiempo, pero el tiempo me agobia. Esperar me desespera. No estoy buscando el camino más seguro para los mejores resultados. Estoy buscando el ahora, el hacer lo que soy, el expresar lo que comprendo de la manera más perfecta. (Pero no, no me refiero a esa perfección, no importa).
Y este blog no puede dejar de ser un diario. Y quiero ser más que un diario. Quiero retratar más allá de mis inseguridades, de mi neurosis, de mi racionalidad.
Quiero dejarme un poco de lado para poder encontrarme. Quiero dejar de saber cosas para conocer lo importante, para ser.
No me soporto, y en más de un sentido. No me tolero y no soy suficiente recipiente de mí misma. A veces creo que te necesito, pero tu último nombre perdió gran parte de su gracia. Arte sería que me vuelvas a llamar como solías hacerlo.
Todo lo que puedo hacer es versar sobre lo mismo, sobre la incomprendida parte de mí que no se encuentra, que no se gusta, que no puede terminar de sentir. Sobre lo mismo, sobre esta cañería tapada y a punto de explotar, pero sin una grieta, sin un colapso. Sólo aguantando su propia presión y deseando que algún evento interno o externo haga correr el agua de una buena vez.
Y no puedo dejar de pensar en mí como esos videos de YouTube que tienen dado el Play pero no corren porque todavía se están cargando. Y se me ocurre que de todas las metáforas, algo tan vulgar arruina toda la belleza de mi pensamiento. Pero los caminos estéticos se quedan cortos para las pretensiones metafísicas, los meros caminos estéticos son solo "meros", como Cortázar no podría decir mejor.
Y yo estoy atrapada entre las ganas y los meros. Y la búsqueda se muere de ganas por encontrar su lugar.
Ya dije que las metáforas son peligrosas. El amor empieza por una metáfora. Dicho de otro modo: el amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética. Milán Kundera
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