3.6.14

Errante XII

Entonces, un arma en la casa de su novio y ella, sólo con sus huellas, un disparo certero en la cabeza, al cuerpo se lo encontró yaciendo apaciblemente en la cama, boca arriba. Ninguna carta de suicidio, pero sí una a documento en el cajón de la mesa de luz. Era extraño que alguien se disparara a la cabeza recostado en la cama, pero no había pruebas fehacientes de que alguien más hubiera tocado el arma. El novio ya había sido interrogado y permanecía como el único sospechoso. Según había dicho, él se encontraba en Edimburgo por asuntos familiares en el momento del hecho.

Sólo restaba echarle un vistazo al cuerpo. Lo escoltaron hasta la morgue dos policías y le indicaron que buscara al Dr. Wellson. Así hizo.

La morgue olía a desinfectantes y alcohol, podía ver a lo lejos una única camilla ensombrecida por la baja iluminación y difusa por su propia vista miope. Sin embargo, el cuerpo de la joven era ampliamente perceptible bajo la sábana. Darse cuenta de esto hizo que se le revolviera el estómago. Pensó en un breve y arrollador instante, que no habría forma que el caso le gustara lo suficiente como para sortear ese momento.

El Dr. Wellson era un hombre de apariencia afable, estatura mediana, ojos pequeños y cabello rubio entrecano. Pudo notar sin demasiada dificultad los nervios en la cara de Santino, y sonrió para infundirle confianza.

- Mr. Porta, nice to meet you - le dijo el hombre mientras le estrechaba cordialmente la mano - I have been told you are from Argentina as well.
- Eh, yes. I am from Buenos Aires, sir.
- Are you related to the victim? - preguntó el doctor con curiosidad pero sin abandonar su postura relajada.

En ese momento de un parpadeo un poco más largo de lo normal, de una pequeña revelación frente a sus ojos con baja definición, Santino percibió que sólo podría contestar a esa pregunta negando con la cabeza. La atmósfera del lugar estaba comenzando a causarle náuseas. Sabía desde la noche anterior que aquello no sería fácil, y comenzaba a darse cuenta que nunca había dejado de resistirse a la idea.
Ahora que estaba allí, intentando concentrarse en que esto sería sólo como un trámite, las curvas de esa mujer bajo la manta no lo dejaban en paz. Se sentía como un niño caprichoso y particularmente cobarde.

Se suponía que esta noticia era su gran oportunidad de ser un periodista serio y avocado a la investigación... ¿qué carajo le pasaba?

- Are you okay, Mr. Porta?

Se sentía muy débil. Sino se concentraba fuertemente le ganarían las ganas de vomitar. Desde el extremo de la sábana se asomaba la planta de un pie y un dedo. Estaban claramente rígidos y descoloridos y lucían mucho más escalofriantes que cualquier extremidad que hubiese visto jamás. A su mente vinieron todos sus muertos con ojos cerrados en cajones de salas velatorias. El tinte amarillento del rostro de sus abuelos, de su profesor de secundaria que había fallecido sorpresivamente a los cuarenta años, e incluso rostros que no había visto jamás; todos se aparecieron de repente ante sus ojos haciendo hervir de ansiedad en su mente la idea del rostro de aquella muchacha de casi treinta y sonrisa brillante.
La sola imagen lo horrorizaba y lo hacía sentir terriblemente perturbado... y no era más que un dedo del pie.

Intentó comunicarle alguna de sus sensaciones al Dr. Wellson o por lo menos expresar que estaba un poco descompuesto allí encerrado. Sin embargo, abrir la boca fue un trabajo complejísimo que no llegó a concretar.

Se había desmayado.

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